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miércoles, 1 de octubre de 2014

No me gusta esta vida, no, no nos gusta. Ni a ti, ni a mi, ni a vosotros, ni siquiera a ellos. Encontramos un lugar y las normas del juego cambian, es tan frustrante. No quieren que despertemos pero tampoco quieren que durmamos, no quieren que hablemos pero no quieren que callemos, no quieren amor pero quieren cariño. ¿Qué es esto si no es una antítesis prohibida?La vida está llena de hipérboles, de personificaciones, de metáforas, de comparaciones... y todo duele. Nos arrasa el cuerpo y nos llega al alma, sentimos quemazones dentro como un fuego artificial que estalla, estalla luz estalla, brilla pero no brilles.Cada día nos cuestionamos nuestros retos, nuestro futuro, nuestra opinión, nuestra fortaleza y sobre todo nos cuestionamos esto a lo que llamamos vida. No creo que descubramos nunca por qué estamos en ella, ni nuestra supuesta misión en el mundo. No creo que jamás aprendamos a igualarnos y menos pienso que aprendamos a creer. ¿Para quién está hecho el mundo? ¿Para nosotros? Entonces respirar pero sin respirar. Como ya leí en un precioso libro una escala nos determinaba, varios números con los que podíamos definir nuestra salud, el amor, la enfermedad e infinitas cosas que llegan a ser más infinitas. Ahora bien, pregunto, ¿cómo saber bien elegir el número si no hay nadie que te haga sentir de verdad lo que es cada cosa? Supongo que insinúo la soledad, solo, quieto, sin moverte, pero si no hay personas que te hagan daño nunca sabrás qué es el dolor y así con todos nuestros sentimientos. En este instante, tal vez podría definir, definir mis ideales, mis conceptos, mis sueños y ponerle una gran escala de infinito a infinito y entonces situarme delante del papel y marcar pero no con tinta porque las cosas pueden cambiar, ya sabéis que si este mundo no es para nosotros va a cambiar constantemente para él mismo y sí, marqué, con el corazón en un puño sacando la poca esencia que se tiene dentro y sí, hice rayas, rayas finas como la hoja de un cuchillo recién afilado y descubrí que no sabía dónde situarlo y lo hice mal. Era imposible ver en un papel una raya que te marcaba, me percaté de mi error. No sólo estaba mi raya sino que de las personas que me rodean también existía una, una raya enorme que algún día acabaría, vamos en contra de la tormenta, y si sumamos una raya con otra sale dos y así sucesivamente. Mi total fue infinito, de nuevo, pero las personas no son infinitas así que volví a pensar y en realidad ahí fue el momento en el que comprendí que las rayas no marcaban a las personas sino a la vida, larga e infinita. 

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